El derrumbe de la escultura de Mons fue un suceso premonitorio. Aquella caída del material escultórico presagiaba una caída del material social europeo.
La ciudad belga de Mons, había sido elegida Capital Europea de la Cultura 2015. Con aquel motivo se encargó al artista conceptual Arne Quinze el proyecto y realización de la escultura que aspiraba a ser el emblema de la capitalidad cultural de Mons.
La escultura gigante de madera pintada de colores fluorescentes denominada The Passenger (El Paseante) se derrumbó 19 días antes de la ceremonia de inauguración del evento cultural que había sido prevista para el 24 de enero de 2015.
Aquí el arte conceptual de Arne Quinze, parecía expresar un concepto de un futuro bastante inmediato. Cinco años después del derrumbe, acontecía el derrumbe sanitario, político, económico y social que se cernió sobre Europa y por todo el mundo. Un virus en 2020, como la carcoma diminuta que es capaz de arruinar las estructuras de madera, arruina las estructuras sociales y políticas del mundo entero. Bichos pequeños con un poder grandioso para arruinar las estructuras más fenomenales.
Arne Quinze es autor de otras obras del mismo estilo ubicadas a la entrada del Parlamento flamenco en Bruselas o en el puente de Rouen, en Francia. En Mons calculó mal la escultura y El Pasajero se vino abajo, afortunadamente sin que se produjeran víctimas.
Han pasado seis años y hoy con la pandemia del Covid 19, hemos visto que tampoco se ha sabido calcular las estructuras sanitarias y ahora sí que se han producido víctimas, muchas, muchas.
Está claro que la realidad supera la ficción y supera, también, la imaginación de los artistas. El arte, sea conceptual o maldito, siempre se quedará corto.
Está muy claro que la realidad supera la ficción. Proclamar a los cuatro vientos la introducción de un pasaporte Covid para toda la población que ha de ser imprescindible para entrar en los aforos de los locales designados, y no tener infraestructura telemática imprescindible, es otro de los logros reales que superan cualquier novela futurista.
ResponderEliminarSalut
Sí, Miquel, si miramos alrededor nos damos cuenta de la enorme cantidad de derrumbes que superan toda ficción y toda fanfarronería.
EliminarLo del fracaso de la infraestructura informática y del colapso de la web para extender certificados es de antología. Ahí está la fanfarronería y luego el posterior derrumbe. Me pregunto si después de tanta incompetencia se depuerarán responsabilidades.
Una metáfora de otros hundimientos, como el del Titanic.
ResponderEliminarSaludos.
Amigo Cayetano, tanto el hundimiento del transatlántico como el derrumbe de The Passenger son un "tortazo" contra la vanidad y el engreimiento.
EliminarSaludos
Tienes tanta razón: que me ahorro el comentario comparto todo lo dicho.
ResponderEliminarUn abrazo
Amiga Bertha, fíjate que solo me he limitado a decir lo que pasó con la escultura de Mons y luego una pequeña reflexión sobre lo efímero.
EliminarAbrazos
Comparto todo lo anterior. Levantamos estructuras con prisas, sin saber si soportarán su propio peso. Lo jodido, es que siempre aplastan a algún inocente, y no a sus incompetentes autores.
ResponderEliminarSaludos.
Amigo Rodericus, en el caso del derrumbe de Mons no hubo desgracias personales, solo aplastó la vanidad de una sociedad ufana y engreñida.
EliminarAbrazos
No tengo fundamento intelectual para decir otra palabra que no sea: magnífico!!!, tu este post.
ResponderEliminarQué envidia no tener está capacidad de expresión!!!
Un fuerte abrazo.
Amiga Andri, me limito a contar lo que pasó. Un derrumbe inesperado.
EliminarAbrazos