Joan Gardy Artigas
Montaigne fue un enamorado del
humanismo renacentista, creyó que después de aquella explosión de la razón ya
no quedaba lugar para la barbarie. No voy a ser yo quien acuse de ingenuo al
sabio francés, pero ocurre con demasiada frecuencia que los acontecimientos
cercenan todo optimismo. En efecto, la Guerra de los Treinta Años desengañó a
Montaigne y, con dolor, tuvo que reconocer que la sinrazón continuaba instalada
en el corazón de los hombres y las mujeres que habitan en este mundo.
La barbarie forma parte de la
sustancia humana y el mal negocio de la historia nos demuestra continuamente
que la bestialidad siempre está presente, las atrocidades se repiten y los
humanos nos tiramos pedruscos a la cabeza con brutalidad. Los que mandan son
crueles y los que obedecen los imitan y llevan el salvajismo a la vida
cotidiana.
Joan Gardy Artigas
A sabiendas de que al final nos
gobernaran los peores de la clase y que el poder corrompe, elegimos unos políticos
que hacen leyes para desobedecerlas y además, infringen las normas como si estuvieran
jugando, lo encuentran bonito, retozan en los parlamentos y se recrean sin valorar
el daño que provocan.
Y no obstante, si votamos es porque aún tenemos una llama de esperanza de que se pueden corregir no solo los comportamientos respecto del cumplimiento de las leyes sino las leyes mismas. Aunque muchas veces no es tanto esta racionalidad esperanzada la que nos guía, sino otra cuestión de orden emocional -el miedo, por ejemplo- que alejen los fantasmas redivivos (que siguen estando ahí)
ResponderEliminarHoy, no obstante, escéptico y sospechando que se repetirán errores, no me apetece, siquiera por un día, ya digo, estar pesimista. Ahora eso sí: la racionalidad no existe si no se arrima el hombro por parte de todos y se reconducen situaciones que nos garanticen que apartamos los desentendimientos y los riesgos. Ya ves, hoy ando así de sosegado, por un día...
Lo que me gusta de Montaigne es que no hablaba en abstracto, sino que desmenuzaba los comportamientos individuales y sociales.
Amigo Fackel, comparto tu escepticismo. Por mi parte un poco de sosiego sí, pero optimismo ninguno.
EliminarMontaigne es un monumento.
Abrazos
No tenemos remedio. Cometeremos los mismos errores una y otra vez. Si aprendiéramos algo de la historia...
ResponderEliminarSaludos, FRancesc.
Amigo Cayetano, veo difícil que aprendamos de la historia cuando somos incapaces de ver la realidad presente, teniéndola delante, tan cerca.
EliminarSaludos
"...A sabiendas de que al final nos gobernaran los peores de la clase...", poco más puedo decir, sino dar las gracias, porque en el escrito se incluye el ánimo de superación, las ganas de hacer algo más noble y un espíritu de supervivencia, que es, al final, lo que nos ha llevado hasta aquí.
ResponderEliminarUn abrazo
Miquel, creo que el ánimo de superación es una de las formas del instinto de conservación.
EliminarOcurre, sin embargo, que mantener el ánimo requiere efuerzo y esto ya es algo más dificil; la pereza, la siesta, el sofá, el pensamiento prestado, la doctrina, etc. nos lo ponen difícil.
Abrazos
No hay argumentos para ser optimistas, pero tampoco para pecar de catastrofistas.
ResponderEliminarLo de sosegarse es un buen consejo.
Un abrazo
Amigo Luis Antonio, relativizar y, como decía Teognis de Megara, tomar el camino del medio.
EliminarAbrazos