Manuel Ángeles Ortiz (1895-1984)
El azul oscuro de la noche es de densa negrura
y el mar es tan negro como la boca del lobo.
Me lamento si conmigo no está la luna
y dudo sin los luceros.
No conozco el rumbo.
Sólo el frío se hace presente como una navaja.
Solo, bajo la bóveda de arista cerrada,
temo la incertidumbre de las canciones de la aurora.
El eterno canto de las Sirenas.
El engaño.
El engaño.
F.C.
Un poema denso, lleno de sugerencias.
ResponderEliminarCuando el viento sopla de la costa hacia el mar, el aire lleva esencias de lo humano hasta topar con la isla de Strómboli, donde aguardan esas sirenas para devorarnos sin miramientos, tras haber sucumbido a su canto, en un ritual nocturno.
Un abrazo, Francesc.
Amigo Cayetano, cómo me gusta esta sugerencia tuya sobre al mar rumbo a Strómboli.
EliminarTenemos que preservarnos del canto de las sirenas.
Abrazos
Joder...No se porqué me gusta, pero me gusta.
ResponderEliminarSalut
Miquel, celebro que te guste. Es un poema raro que salió lejor del mar.
EliminarSalud
Lo disfruté mucho
ResponderEliminarSaludo!!!
Estimada Andri, celebro que este poema, un poco nostálgico, te haya gustado.
EliminarSaludos