domingo, 14 de mayo de 2017

La posverdad del arte moderno



Vemos continuamente cómo se levantan grandes castillos sobre cimientos muy frágiles. Grandes montajes políticos y sociales tienen sus fundamentos en mentiras conocidas. Se trata de la posverdad, otro eufemismo más para designar de forma blandengue lo que es simplemente una gran mentira.

La posverdad es el engaño conocido, la mentira asumida, la manipulación y el control social que, a golpe de consignas, va determinando todos los aspectos culturales, económicos, sociales e incluso científicos.

En política, la posverdad se ha apoderado de los programas electorales; en economía la posverdad fija los índices comerciales; en sociología se alteran las estadísticas. Ahí está el Brexit, Trump, los populismos, etc., y así avanzamos entre engaños, farsas y estafas.

Los medios de comunicación no ahorran esfuerzos en difundir el gran timo, y la ciudadanía lo acepta de manera espectacular, llamativa y aparatosa: una mayoría de votantes elige a los más corruptos como sus representantes, a sabiendas que son corruptos. Se aceptan datos macroeconómicos manipulados a sabiendas que son manipulados y todo queda determinado por la mentira aceptada y el gran fraude global.

La posverdad alcanza también al arte, especialmente a las vanguardias del siglo XX y al ocaso de las mismas.

La posverdad de la vanguardia artística

La posverdad se mostró de forma violenta cuando el Movimiento Moderno hizo alarde de la ideología -del signo de las ideologías- El ideario político sustituyó los valores estéticos. Toda creación artística que se preciara de moderna debía ser de izquierdas y todo lo demás era calificado de reaccionario, relegado al ostracismo sin que nadie se preocupara de la calidad artística. Por otra parte, el realismo soviético se mostraba implacable con el constructivismo, el suprematismo y con la creación de vanguardia. Los regímenes totalitarios (Hitler, Franco, Mussolini) censuraron toda creación artística cuyo autor no comulgara con sus delirios ideológicos. La ideología fue el martillo de la estética. Más de un artista sufrió sobre sus carnes la intolerancia y el fanatismo.

Había cambiado el paradigma de valoración de la obra de arte. Ahora debería considerarse el signo político por encima de la calidad estética y comunicativa del arte.

La posverdad del ocaso de la vanguardia artística

Dos grandes guerras, dolor y muerte recorrieron el siglo XX. Muchos artistas murieron y otros tuvieron que huir de sus países y refugiarse donde pudieron. Allí donde fueron acogidos intentaron reconstruir sus vidas y continuar su obra, pero los tiempos habían cambiado y algunos se encargaron de hacérselo notar.

Músicos, escultores, arquitectos, pintores y muchos artistas de la Vanguardia europea, adalides del Movimiento Moderno, emigraron a Estados Unidos, fueron acogidos bajo el manto de una tolerancia ficticia, pero allí, en medio de una hoguera de vanidades, fueron calificados de “izquierdosos”, admirados y peligrosos a los que había que atar corto. Enseguida se dispusieron las medidas oportunas. Debían ser, eso sí, efectivas, pero procurando que no se notaran demasiado para no provocar disentimientos antiestéticos.  

La posverdad, como si de un nuevo torquemada o un savonarola se tratara, actuó otra vez. Decretó el cambio: ahora ya no sería la izquierda el corifeo de la posverdad artística, ahora, la posverdad cambiaba de signo. Los chulitos de saloncito y los yuppies se encargaron de fijar el nuevo paradigma.
Como no podía ser de otra manera, el verdadero valor del arte era el dinero, la cotización, lo que se pagaba por de las obras arte.

Con todas las luces de neón de Brodway, entre parties y espectáculo, Tom Wolfe dijo que ya nadie debía temer al Bauhaus feroz, que los izquierdosos europeos no eran ni tan altos ni tan rubios como los campeones de Wall Street. Ahí estaba la posverdad del Arte Pop para demostrar cuál era el verdadero valor del arte 
 el dólar


Andy Warhol (Andre Warhola) y otros gafapastas bailaron al son de no se sabe que música y pintaron botes de sopa de tomate, hicieron fotocopias de la Mona Lisa y las colorearon y dibujaron el nuevo paradigma de arte:   el dólar  
 

Esta era la posverdad del fin de las ideologías en el arte y sobre este engaño se han ido montando sucesivas exposiciones, tinglados comerciales y ferias de arte como ARCO donde acuden reyes, modernillos y especuladores que se montan al carro de la posverdad.

8 comentarios:

  1. Quizá uno de los pocos que no engañaron al personal fue Dali. Él siempre dijo que lo que le interesaba era el dinero (Avida dollars le llamaba Bretón), y es preferible el personal en esta vertiente que no las declamaciones de muchos que se hacen llamar artistas y que sólo aspiran a una cuenta corriente saneada.

    Comulgo contigo en lo que nos comentas de "El ideario político sustituyó los valores estéticos", y me cuesta incluso comprender el Pop Art y el Op Art, porque veo un movimiento especulador y no arte.

    Quizá las vanguardias hayan estado más obsesionadas por la cuestión de la fama, y con ella el dinero, que no por lo que el arte y la belleza que esta palabra conlleva , en si.

    De todas formas ya se sabe que todo esto es muy especulativo, muy subjetivo y que en cuestiones de admirar unos u otros, no todos opinamos igual.
    Un abrazo.

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    1. Querido Miquel, creo que han sido muchos los artistas que no han engañado al personal, la mentira es más propia de especuladores, gestores culturales, fundaciones, políticos, administradores y administraciones y muchas veces críticos de arte, evidentemente algún artista se ha subido al carro del engaño, pero no es cosa tan frecuente.
      El problema reside en la valoración de la obra de arte a partir de la ideología del artista.
      Abrazos

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  2. En tres palabras: el arte contaminado.
    Un saludo, Francesc.

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    1. Amigo Cayetano, la contaminación también forma parte de la obra de arte.
      Salud

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  3. Amigo, no nos conocemos.
    ¿Cuál es la pre-verdad? Acaso mi memoria, que me dice que debo confiar en la llaga que hace milésimas de segundo tocaron mis dedos.
    Pero no confío. Mi engañosa experiencia me convence de que el cuerpo del hombre es, en un buen tanto por ciento, ficción.
    La verdad es una conquista de la ficción (no al revés). Es esa ficción de la que no nos conviene desconfiar. Pero la verdad no una ficción de fácil acceso, y su memoria es tan sinuosa como la yema de mis dedos.
    ¿Por qué olvidamos que los hombres son ciegos, tocando un mundo de ficción con un bastón de ficción que es su pensamiento? Si el hombre ni siquiera conoce al hombre, ni a la mujer.
    Desde este punto de vista, ¿a dónde vas a dirirgir tus ojos, tus horas? ¿A quién le pediras que te regale un trozo de ficción para pasar el puente imaginario que nos separa de la muerte?

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    1. Amigo Abraham, no sé cuál es la pre-verdad. probablemente sea la fugaz sensación estética que se desvanece en unas milésimas de segundo.
      Soy un escéptico, no confío. Vivimos en la ficción y sobre ella se edifican los castillos más sólidos, desde el sistema bancario al amor y confiamos en unos ahorros que están en manos de unos estafadores, sabemos que son delincuentes y esta posverdad hace que continuemos en manos del guardián de la ficción y confiamos en los amores de personas que desconocemos de las que ni siquiera hemos visto sus radiografías.
      Abrazos

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  4. Hay artistas y escritores que malvivieron al lado de su obra, en la pobreza, y los hay que actualmente sobreviven en la no-riqueza. También hubo políticos y sindicalistas que sufrieron persecución, cárcel y muerte por luchar contra las injusticias. Hoy no hay tantos, es cierto, pero algunos quedan. Siempre habrá vanguardistas y revolucionarios, en todos los campos, que no se dejarán corromper. Es un cuestión de autenticidad y compromiso, y de no dejar que los falsarios corten la raíz de una lucha digna y legítima. ¿Qué es una lucha digna y legítima?, se preguntarán los escépticos. Por ejemplo, no pisar a propósito el pie de tu vecino en el autobús o en el metro, pero tampoco permitir que otro lo haga a propósito, para tener más espacio y limitar el lugar de los demás. Las cosas fundamentales, básicas, son bastante sencillas de ver cuando hay riesgos y conflictos en los que te va la libertad y la vida. Decía Walter Benjamin que "gracias a aquellos sin esperanza, nos es dada la esperanza". ¿Los emigrantes ahogados, las niñas y mujeres africanas, la gente que muere en las guerras y atentados, los niños enfermos que mueren en cualquier país, la explotación de la miseria, etc., no es gente sin esperanza, cuya muerte nos obliga a tener esperanza y a luchar por cambiar las cosas en la medida de lo posible, pero también aspirando a lo tal vez imposible?

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    1. Amic Albert, en efecto hay muchos artistas que sobreviven cómo hay muchos ciudadanos que pasan penurias y sufren injusticias. Los artistas, sensibles al drama humano y a la mala baba cósmica de la naturaleza han expresado con su arte la tensión del hombre y de la naturaleza. La historia ha continuado y la lucha por el bienestar también. ¿Esta lucha es lícita?, se preguntan los escépticos, y su escepticismo continúa a la vista del mal negocio de la historia. Y aunque la estructura social y toda la maquinaria del mercado y del amor se fundamenta en la confianza asistimos impávidos al triunfo de la posverdad. Tengo poca confianza, ya lo sabes Albert.
      Un abrazo

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