domingo, 13 de marzo de 2016

Futuro menor

La peste (1898) Arnold Böcklin
 
Adán y Eva (1909), de Faustino Brughetti

Desde el neoclasicismo hasta la actualidad encontramos diversos estilos artísticos o movimientos literarios intrascendentes que parecen haber surgido de mentes o designios de mala traza.

Su discurso desvanecido es complaciente y muchas veces acrítico. Suele ofrecer su estética al Estado, quien se cree poseedor del significante y de la metáfora. El poder arrebata el discurso artístico.

Hemos visto cómo después de ciertos periodos de racionalidad discursiva, aparecían formas de expresión que se sustentaban sobre un lamento o que eran un sueño y nada más. ¿Qué son sino las formas del simbolismo o del pintoresquismo?

Pero cuando los sueños se utilizan como espina dorsal de un estilo artístico o literario, producen un discurso formal estólido, muchas veces bobalicón o cuanto menos efímero.

No quiero opinar qué ocurre cuando los sueños son utilizados como motor político. De esto ya saben demasiado los nacionalistas.

Todo sueño que no lleve consigo una concreción formal en el caso del arte, o una concreción de programa en el caso de la política, está condenado al fracaso.

Para reforzar los sueños, los artistas como si fueran políticos recurren al discurso exaltado y a veces a la mentira o a la arenga. Mezclan una estética pobre con una ética perversa y petrifican las ideas como si fueran estatuas monolíticas de piedra berroqueña.

Cuando el arte se pone al servicio de los regímenes totalitarios produce obras de monumentalidad granítica que acaba por cubrir unas tumbas.
La pintura y sobretodo las esculturas lo decían todo, y los artistas, aún siendo cultos, producían una obra mediocre al servicio de la propaganda Estado, producían una obra que expresaba la fealdad de la incultura.

Hemos visto la fealdad de arquitecturas como el Ministerio del Aire en Madrid, la Universidad Laboral de Gijón, el monstruoso Valle de los Caídos o la iglesia de los Ángeles de la calle Balmes de Barcelona, la obra de arquitectos como Luis de Moya, Víctor d’Ors, Rafael de Aburto, Muñoz Monasterio y otros que se movieron entre el eclecticismo y la monumentalidad.

Vistas así las cosas y la insignificancia de los sueños, cabría plantearse una forma opuesta de soñar: olvidarse de ofertas al Estado, detentar la metáfora, dejarse de sueños colectivos y de ensoñaciones particulares, soñar en sentido inverso y aprender a crear un futuro-menor.

12 comentarios:

  1. Feísmo en sumo grado. Grandilocuencia expresiva al estilo faraónico puesta al servicio de los sistemas totalitarios, con fines nada estéticos sino propagandísticos. De eso sabían mucho Benito, Adolf, Paquito, Stalin...
    Un saludo.

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    1. Amigo Cayetano, se trata del feísmo de la monumentalidad que acompaña a los sueños.
      Saludos

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    1. Amic Miquel, lo comprobamos constantemente, ciertas formas de "arte" complacientes y serviles que divierten a los gestores culturales oficialistas.
      Salud

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  3. Desde luego, los sueños nacidos con pretensión totalizadora que aspira a reformar la sociedad, son un engendro. Una perversión en el fondo y en la forma. Has enumerado muy buenos ejemplos y no hace falta añadir más, pero los otros sueños, los nacidos en el magma onírico que alimenta una obra personal, no apostólica, son, en algunos casos, tan deslumbrantes en su belleza que transforman el mundo -sin que esa fuera la intención-.
    Abrazos

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    1. Querida Amaltea, cuando la obra de arte se pone al servicio de un sueño totalizador pierde su valor artístico y pasa a formar parte del discurso del poder.
      Existen, en efecto, los sueños propios del artista que ya en el estado consciente los materializa en forma de obra de arte, esto, naturalmente, es algo que forma parte de la esencia misma del arte.
      Abrazos

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  4. Nunca me han gustado los discurso exaltados, las soflamas, las arengas y menos aún las mentiras que prometen "arcadias" sin fundamento alguno. Quizás esté pensando más en la política que en el arte, pero hago mía la asociación que haces entre ambos mundos...

    No tengo muy claro cómo se sueña en sentido inverso, pero si conlleva futuros más creíbles, lo intentaré...
    Un abrazo

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    1. Amigo Luis Antonio, demasiadas veces la política ha puesto el arte a su servicio, el poder ha reprimido al díscolo.
      Desde el punto de vista de la creación de un lenguaje artístico crítico, podríamos decir que una inversión del sueño debería estar unida a un pensamiento ilimitado y completamente autónomo.
      salud

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  5. Tú lo has dicho todo en una sola palabra, “pintoresquismo” una manera de exaltar el momento, así surge el arte propio del fascismo y del nazismo, un estilo sublime para pequeños sapos con sueños de grandeza, con esa cualidad que agita la mente provocando nuevas ideas, sensaciones, emociones, sentimientos la imaginación es la fuente del impulso sin freno.
    Por eso cuando oímos que alguien decir la expresión “es que yo soy muy romántico”, podemos pensar:
    1º- ¡Que poco sabe del romanticismo!, o 2ª - ¡qué gusto tiene por vivir constantemente al límite!
    Pero seguramente, siempre será la primera en la mayoría de los casos.
    Salute.

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    1. Amigo Dapazzi, tal como tú dices, el arte de los regímenes totalitarios es aquel que agrada a los "pequeños sapos con sueños de grandeza", -tu frase me parece genial- sí, este arte les provoca unos impulsos sin freno, los dictadores se inflan como el buche de un sapo.
      El concepto de romanticismo y las anécdotas de ese estilo han sido fagocitadas por la publicidad, por la ramplonería y por la incultura. El gremio de hostelería anuncia noches románticas en un hotelito de montaña, asocian una copa de champán y unas fresas con "lo romántico", también un paseito por la playa a la luz de la luna es "romántico" y otras memeces incultas que sólo sirven para alienar al personal.
      Y en cuanto a lo de vivir al límite lo único que se consigue son accidentes, enfermedades, dolor y malestar, cosas estas que nada tienen que ver con el concepto de romanticismo.
      La incultura llega a todas partes: a la universidad, al parlamento, a la Academia igual que en los estadios de fútbol y a los bares.
      Salud

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  6. dado el paso a la grandilocuencia verbal y al descaro absurdo como el de Mausolo tan solo para pudrirse bajo los mármoles, ya no hay vuelta atrás
    solo una minoría sigue atrapando el destello de una estrella de vez en cuando porque aún sigue mirando al cielo (en vez de su móvil)
    un abrazo, siempre es un gusto llegar

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    1. Sí, amigo Omar, acaba el dictador pudriéndose bajo la losa de un arte grandilocuente, lo malo es que cuando vivió hizo levantar monumentos horrorosos que se construyeron con horror y dolor. El arte de los regímenes totalitarios es una involución.
      Salud

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