Simonetta Vespucci (1480-1485) Sandro Botticelli
Con la belleza siempre solemos correr algún riesgo. Su rostro es terrible, tal como dijo el poeta, y ella, tras las veladuras del arte, se encuentra siempre dispuesta a confundir, a provocar, a emocionar...
En el título de este escrito ya encontramos una ambigüedad. El simple enunciado “la belleza amarga” presenta una indeterminación, no sabemos si el vocablo “amarga” es un adjetivo o se trata de una forma verbal. Si es un adjetivo, interpretaremos que la belleza contiene amargura, pero si es una forma verbal, deberemos entender que la belleza nos puede amargar la existencia.
El carácter de la belleza puede ser tan ambiguo como subjetivo.
Pierre Nicole en su Delectus Epigrammaticus de 1659 afirma que
la subjetividad y la disparidad de juicios se debe a que están basados en primeras impresiones cuyo criterio es el placer.
Así pues, será tanto más bella una obra humana cuanto más placer produzca.
Si esto es así, nos encontramos con una gama muy amplia de sensaciones, pues todos sabemos que el placer circula desde el cosquilleo hasta el dolor.
Naturalmente el placer será más intenso cuanto mayor sea la capacidad de percepción y la sensibilidad del receptor.
La belleza tiene un alcance muy amplio, a veces son amplios campos sembrados de bondad y otras veces, campos yermos o montaraces donde el placer es dolor. Es complicado concretar el signo de la emoción o de la voluntad estética.
Los territorios de las sensaciones o del placer son muy extensos y resulta difícil establecer una cartografía clara de la emoción.
Nos encontramos con territorios sembrados de mieses y entre ellas crece la cizaña. Habrá que separar las malas hierbas para poder segar las espigas que nutren o que no amargan.
La guadaña de la proporción y el conocimiento nos permitirá recoger la semilla adecuada.
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Simonetta por ejemplo es una buena muestra de belleza tristona. Lo que en lenguaje coloquial se llamaría una dama "sin gusto". O sea: guapa, pero sosa.
ResponderEliminarUn saludo.
Amigo Cayetano, esta chiquita debía tener la voz muy aguda. Simonetta un ejemplo de belleza inspiró a más de un artista.
EliminarSalud
Como bien dices, la belleza es subjetiva, y los valores que se le aplican son tantos como personas hay.
ResponderEliminarEn la belleza entra el gusto. de ahí que cada uno de nosotros califique el buen o mal gusto a criterio personal.
Lo que a unos emociona a otros incordia e incluso molesta.
En cuanto a la frase, considero que es un juego de palabras. Lo bello no pienso que ha de resultar amargo, a no ser que hablemos de cosas etereas, como "el amor".
Un abrazo
Amic Miquel, en efecto la belleza es subjetiva, sin embargo hay cánones de proporción y bondad que no los salta ni el torero más kitsch.
EliminarSalud
La belleza, por más sublime que sea, cansa. Nuestros sentidos quieren novedad y, en cuanto lo bello está presente siempre, se esfuma la capacidad que tuvo al principio para emocionar. La fealdad da mucho más de sí, porque si detrás hay inteligencia, sensibilidad y sentido del humor, nos embarga un sentimiento de agradecimiento y asombro al descubrir que nada es lo que parece.
ResponderEliminarLa belleza es terrible, dijo Rilke, pero debió añadi: y con el tiempo, incluso aburre.
Un abrazo
Querida Amaltea, la belleza es fugaz. Sólo un instante vio Dante cómo Beatrice cruzaba el puente sobre el Arno y quedó prendado, probablemente si la hubiese tratado un ratito no le habrían quedado ganas de marchar con ella al Paraíso. A la belleza le ponemos límites para acortarla, lo comprobamos en la dimensión del soneto y la encerramos dentro de los mármoles.
EliminarUn abrazo
Si la belleza no fuese terrible, seria perfecta, entonces si que seria malEvola en el amplio sentido de la palabra totalidad, pero la salvO la terribilidad.Y menos mal, verdad?
ResponderEliminarsalut
Andri Alba
Verdad Alba. Sin embargo yo creo que la belleza es, al menos, una ansia de perfección y de bondad como dirían los platónicos.
EliminarSalud
Hola Francesc:
ResponderEliminarMe tienta más verbo que el adjetivo. Quizá porque el verbo es uno de esos casos interesantes -por su ambigüedad- en el que puede ser intransitivo (saber amargo) y transitivo (se transmite lo amargo) expresado muy esquemáticamente, por supuesto, ya que sobre el verbo “amargar” hay para hablar un rato largo y, de lo que se trata es hablar de la belleza.
Muy “kantianamente” y sin que sirva de precedente, siempre prefiero hablar de “lo bello”, es decir la concreción inmensa y quizá inacabable de un concepto ideal y casi evanescente como es el de belleza. ¿Todo pasa por la percepción? sin ninguna duda. ¿es individual e instransferible dicha percepción? por supuesto!!
Sentado lo anterior, ¿la obra y la dinámica de la naturaleza son partes de lo bello? ¿Una tempestad, los colores de la montaña en otoño, el viento en la estepa patagónica –o el Mestral en la playa de Vilanova, es igual- o la niebla calzada en un pequeño valle participan o no de la condición de lo bello? Casi nadie podría negarle esa condición a la naturaleza en la medida que siempre que emitimos un juicio estético que es arbitrario –individual-, cultural –tradición diversa- e ideológico –articulación de un sistema de ideas-. ¿Su percepción amarga? Pienso que amarga en la medida que en la naturaleza reside la quintaesencia de la fugacidad en tanto que todo en ella es perecedero y nosotros accedemos, pasivamente, a través de los sentidos. El tiempo nos presta el mismo instante que nos hurta.
Pero, ¿qué sucede con la obra de arte que es una obra humana? Pienso que hay aquí dos instancias diferentes de “amargura”: la creación y la recepción. Para no extenderme más de lo debido y no aburrir a tus lectores, opto por centrarme brevemente en El Perseguidor” de Julio Cortázar. Jhonny Carter sabe que la persecución de lo absoluto que siempre va ligado a la belleza –y a lo bello- no sólo amarga, sino que siempre nos cuesta la vida. Algo parecido le sucederá Beethoven, hacia 1825, después de una fiebre intestinal que casi lo lleva a la muerte. Rematadamente sordo, escribe un extraordinario y estremecedor cuarteto para cuerdas, el famoso opus 132 cuyo tercer movimiento es un “Agradecimiento a los Dioses” por haber dejado a la muerte sin su presa. Ahora bien, Luisito es conciente que su vida no sólo es su obra, sino que la búsqueda constante de la belleza en la obra tiene un coste: su propia vida. Tanto en un caso como en el otro la belleza pasa una amarga factura.
Pero la percepción de la obra de arte también amarga en la medida en que siempre habrá un punto de insatisfacción. Tanto en su aprehensión sensitiva –los sentidos registran el instante, pero no la memoria-, como en su juicio estético -¿hasta donde mi juicio acierta?- o, en el acceso cultural e ideológico –hasta donde participo o no de las pautas que subyacen en la obra que se me presenta-.
Y hasta aquí llego sin olvidar que como dice el refrán “A nadie le amarga un dulce”.
(¡Ah! Francesc, mi intención era hacerte llegar a ti este comentario por mail, pero no he sabido encontrar tu dirección...)
salut,
hugo
Amigo Hugo, verbo y adjetivo, los dos al mismo tiempo, acción y calificación. La belleza conmueve.
EliminarHe querido utilizar el vocablo “amarga” para platear el carácter de ambigüedad pero sobre todo de la subjetividad manifiesta ente la contemplación de la belleza, para unos, una determinada obra o acción puede producir un placer y a otros les puede producir dolor.
La Belleza, así con mayúsculas, vive en las sombras de las encinas y en el corazón de los hombres que se atreven a caminar por senderos de rosas y de pitas, bajo el riesgo de la mirada de la Gorgona, que puede llegar a petrificarnos. Podemos protegernos con el escudo del arte que por otra parte puede llegar a atentar contra la razón o nos puede guiar por un jardín umbrío.
La belleza es fugaz, pasa como una exhalación o se nos muestra fragmentada. Quizás algunos crean en la mansedumbre apócrifa de sus estratagemas y quieran hacerla redentora de los pecados más viejos del mundo, así lo creyeron los caminantes románticos que creyeron en la Belleza como ideal de salvación, pero esto falló como han fallado todos los ideales humanos.
Es amarga y amarga refugiada en la disputa eterna y secular de Apolo y Dionisos. Mientras nosotros nos acercamos, enredándose nuestros pies en los cambrones que crecen al pie de las cariátides y nuestros pasos se desorientan y los artistas con la mentira en el pincel y la rabia en el escoplo intentan expresar la verdad que se esconde en los lienzos y los mármoles. Este es el raciocinio del arte del hombre: una paradoja.
Y con la trápala de la razón perseveramos en acercarnos al rostro terrible, con el Auriga, con la Venus del espejo o con las voces recluidas del Miserere Deus Mei y hasta el poeta que desciende a los infiernos para injuriarla.
Con amargura y con la impotencia intentamos anteponer el tótem de la ciencia y proyectamos jardines que luego se llenan de monstruos, como los de Orsini, pero la Belleza también se encuentra en estos jardines y desde lo más alto de los balaustres profiere un grito arqueológico que llega hasta el Príncipe de los Lirios.
La ambigüedad sigue y la amargura también. Una ambigüedad como el pensamiento de los hombres y como el despropósito de la naturaleza que no tiene razón ni objetivo y una amargura inclemente como la de los dioses antiguos.
Beethoven sintió la llamada del destino, o ¿fue quizás la de la Belleza?, que llamó cuatro veces a la puerta, o ¿fue quizás un dolor estomacal o un inmenso frío producido por un silencio elocuente? No lo sé, Hugo, tal como tú dices estas cosas luego pasan factura.
El grito de miedo y soledad que proclama una asfixia, cuando todo se viene abajo, cuando el mercado y la incultura, convierten la percepción en un espectáculo de neones y los artistas venden sus anhelos y su expresión, no nos queda otra actitud que preservar la memoria.
Irremisiblemente el arte está tocado de muerte y lo contemplamos caído como el cadáver del drama del hombre, ahora debemos salvar el recuerdo, la cordura y la locura del ángel y la razón del hombre que anda en pos de la Belleza.
Salud
La intuición es para mí bastante importante en lo que se refiere a este tema. Ni lo bello siempre es bello; ni lo feo, siempre feo. La percepción de la realidad de cada persona es diferente (esta realidad puede entrar en muchos detalles).
ResponderEliminarSi supiéramos con exactitud donde encajar tanto misterio en algo que parece tan superficial, dejaríamos a un lado lo banal. Que no creo que de ello, se trate en esta interesante entrada.
Decía Mario Benedetti: "Nunca pensé que en la felicidad hubiera tanta tristeza".
Saludos
Querida Lou, yo también creo que la intuición es muy importante, creo, sin embargo, que la intuición no es otra cosa que pensar a gran velocidad, con esto quizás le quite mágia a la intuición, pero por otra parte creo que gana en grandeza, pues la inteligencia nos caracteriza como humanos igual que nos caracteriza el goce estético. La percepción de la belleza es subjetiva, sí.
EliminarUn abrazo