textura
de metal oxidado. Foto Worldjam
Rusalka
op, 114 Ópera en tres actos con música de Antonín Dvořák y libreto de Jaroslav Kvapil
(1868-1950)
Aria de la Luna
Pequeña
Luna que desde lo alto en el cielo,
Tu
luz ilumina todo,
Y
vagas por la superficie de la Tierra,
Bañando
con tu mirada el hogar de los hombres.
Detente
un momento,
Dime,
¿dónde está mi amor?
Dime,
Luna plateada,
Que
es mi brazo quien lo abraza,
Para
que se acuerde de mí
Al
menos un instante.
Y
dile que yo espero,
Ilumínalo
todo, desde lejos,
Y
si aparece en un sueño para el alma humana,
¡Oren
para que se despierte con este recuerdo!
¡Luna,
no te escondas, no te escondas,
Luna,
no te escondas más!
Cielo protector, ¡pero qué belleza de poema! ¿Ves, Miquel y ya sabe él por qué lo digo? La belleza siempre asoma por instinto, por su mero existir, porque hay hombres y mujeres que saben atenderla, como Francesc.
ResponderEliminarSense paraules.
Amigo Fackel, el poema es bello y cuando lo escuchas con la música de Dvorak se convierte un una obra de arte extraordinaria. Sucumbimos ante la belleza de las ninfas del río.
EliminarSalud
Huye luna, luna, luna.
ResponderEliminarSi llegan los diputados,
harán con tu corazón
collares y anillos blancos.
Con permiso de Lorca.
Un saludo.
Amigo Cayetano, la luna se refleja en las aguas del río donde Rusalka la hechiza y si llegan los diputados también sucumbirán a los hechizos, no hay fuerza política que pueda por el encanto de Rusalka.
EliminarSalud
Y lloramos de puro placer cuando palabra y melodía, como es el caso, crean la ilusión de que también nosotros merecemos el esquivo rayo de luna.
ResponderEliminarAbrazo.
Querida Amaltea, esta ária es bellísima. Estremece,
EliminarUn abrazo