domingo, 1 de mayo de 2011

El señor Boniquet

Cuenta Josep Pla que había en Barcelona un arquitecto, el señor Boniquet, cuya esposa era guapísima. Todos los señores de la alta sociedad barcelonesa admiraban a la señora Boniquet y ella los quería mucho a todos. A más de uno lo quiso con pasión modernista.

El arquitecto preocupado por la resistencia de los materiales no sabía nada de los amores de su esposa, aún siendo estos un secreto que ya no era secreto.

Un amigo del señor Boniquet, virtuoso de estos que están convencidos de que la verdad debe ir por delante de todas las cosas, creyendo obrar rectamente, informó al arquitecto de las andanzas de su guapa esposa. Naturalmente esta información causó tribulaciones y un nerviosismo tal al buen arquitecto que, el pobre, se desconcentraba en los cálculos, no atinaba con las soluciones constructivas e incluso tuvo el tímido atrevimiento de reprochar a su mujer su licenciosa conducta. El reproche le sentó muy mal a la señora Boniquet, se sulfuró y arremetió con improperios contra su marido; total, una zaragata de “aquí te espero”.

El señor Boniquet quedó tocado, quería olvidar el mundo, apearse de la vida social y sublimar toda su energía en la arquitectura, hasta que sobrevino la desgracia, A los pocos días, en una visita de obra, le cayó una viga a la cabeza y lo mató.

Las exequias fueron sonadas, los señores de la alta sociedad barcelonesa corrían a dar el pésame a la señora Boniquet. Para todos tenía, ella, una palabra de gratitud que acompañaba con una lagrimita y decía: ¡Ay pobre Ramón, Dios lo haya castigado!

Cómplices, la verdad y la viga, mataron al señor Boniquet.

6 comentarios:

  1. ¡Caramba! qué presencia de ánimo tuvo la señora por no decir qué cinismo. Es un placer leer a Plà, nunca he disfrutado tanto de los paseos por el Eixample como tras leer Barcelona, una discussió entranyable. Ahí me di cuenta de que era cierto lo que refería sobre esa manía de los burgueses catalanes de elevar los tejados de los edificios con las "baluernes mes estranyes i extravagants" también las nombraba como barretines de fer café invertides. La señora Boniquet quizás aspiraba a hombres más líricos y menos inclinados a trabajar con vigas y ladrillos. Que en paz dscansen, ambos y sus entretenidos.

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  2. Amaltea. La señora Boniquet suspiraba por la lírica, eso de los ladrillos y las vigas -te lo digo por experiencia- tiene poco de lírico y mucho de vulgar y material, prosaico como la resistencia de materiales.
    Por cierto, en el estudio de las tensiones mecánicas que se producen en un material, se analiza una fibra que se denomina "fibra neutra" y otras llamadas "líneas sensibles", incluso algún autor habla de "corazón de tensiones" refiriéndose al núcleo central donde se concentran las fuerzas.
    Perdona, Amaltea, la perorata de estática.
    Salud

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  3. El amor, con el odio, son la vibración más profunda que puede sacudir el armazón de nuestro "almario".
    Francesc, amigo, fíjate qué versos para iniciar un poema tuyo-mío:
    "En las horas en que la vida está más muerta/
    vienen a saludarme voces amigas que me crean esperanzas..."
    ¿Por qué no lo continúas tú? Te abraza tu amigo Manuel.

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  4. Acepto con mucho gusto el reto viniendo, como viene, de un amigo Me meto en la labor, amigo Manuel Maria, acepto el reto.
    Salud

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  5. Francesc, qué mal entendida virtud la de aquel amigo, las lineas sensibles del espíritu humano se cortocircuitan a veces cuando canta el gallo: conócete a ti mismo.

    Salud
    Manuel

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    1. Amigo Manuel, esto de conocerse a sí mismo puede traer algún problema, puede ocurrir que al conocerte demasiado acabes retirándote la palabra.
      Salud.

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