miércoles, 11 de mayo de 2011

ANGELITOS DE VENECIA

En Venecia los colores son indescriptibles. No hay que cerrar los ojos para ver las atmósferas de Giorgione o Tintoretto ni los colores del aire que flota sobre el canal de La Giudecca. Nadie ha podido asegurar si es verde-azul, gris-verde, ocre-azul o color pardo como el de un gato que huye. Creo que la magia radica en la intangibilidad de la densidad de su atmósfera húmeda. El color viene dado por el reflejo de la civilización, por la ostentación lujuriosa de los palacios y de las iglesias y por el cúmulo cebado de la historia.

Para captar colores y atmósferas, no molestan los turistas. La maratón frenética de la actividad turística no distrae la mirada atenta, pues este cafarnaúm forma parte de la Venecia que todos amamos.

Cada día descubro nuevos rincones y por la noche, después de cenar, me dejo perder por las callejuelas, los sottoporteggi, por i campi y por los puentecitos. Siento el habla halagüeña de los venecianos, siempre la he encontrado un poco bullanguera a la vez que contenida. Es, quizás, un habla acostumbrada a la adulación, sus palabras tienen, sin embargo, una carga importante de ilustración, de cortesía, de civilidad y de cultura que han acumulado tras largos años de luchas y, por qué no decirlo, de reflexión estética.

Miro embelesado las cornisas y los adornos de las casas. Hay una reparación constante de las viejas arquitecturas. Aguantar derecho todo ello es un trabajo enorme que no se acaba nunca. No sé si, a pesar de todo, los angelitos esculpidos de las fachadas están de acuerdo con tanta rehabilitación, estoy convencido de que ya quieren acabar, dejar los fríos paramentos venecianos y volver a su mundo celestial. Los angelitos caen de noche, cuando ya no hay gente por las calles, no quieren hacer daño a nadie y caen a oscuras.

Si hacemos una reflexión estética, deberíamos decir con más propiedad, una reflexión geométrico-intuitiva, podemos concluir que los mil pedazos los angelitos rotos, esparcidos por el pavimento veneciano, dibujan una geometría fractal que debe ser el reflejo de su anatomía desmenuzada.

¿No creéis que esta geometría ya fue intuida por Rafaello? ¿Es posible que los seres celestiales tengan una anatomía fractal?

Esta especulación es una apuesta que no busca nada más que la producción de imágenes mentales y que pretende dar corporeidad a lo que es inmaterial: el aliento subjetivo, la espiritualidad, lo incorpóreo y la informalidad, lo que no conocemos y que probablemente no conoceremos nunca.

Así, pues, no nos va nada mal intentar encontrar formas de anatomías desconocidas para dar consistencia al hálito y a la niebla.
Los angelitos que pintó Rafaello eran barrigudos y sus mejillas eran curtidas, no parecían tener una anatomía fractal, eran de pediátrica complexión. Los angelitos de Rafaello son manieristas, es un arte que habla de arte y de civilización y todavía no se han vuelto acaramelado como pueden ser los putti barrocos. Los ángeles venecianos son como pájaros mecánicos de piedra, sin maquinaria. Han estado años y años a la intemperie inclemente respirando la sal húmeda de la marea alta dirigiendo su mirada apagada a venecianos y turistas, a locales y visitantes. Más de uno quedó deslumbrado por un flash que se estampó en su rostro, petrificándolo. Son serafines duros y minerales, quebradizos. La morbidez del angelito de Rafaello no se romperá nunca.

4 comentarios:

  1. En una ocasión, hablando con uno de los ingenieros que llevaban la rehabilitación de la estación del tren de Caldes de Malavella, y no estando muy convencido por los colores presentados (un ocre, un marrón tostado, y en contrapunto un azul mar de coronación, respetando la piedra natural), le comenté que esos eran los colores del Mediterráneo, que no tenía nada más que ir a Venecia, para verlos por todos los sitios, en las casas de todas las calles, alternándose unos a otros. Querían esta estación como prototipo para rehabilitar otras de la costa Mediterránea, pero no les gustó por su "estridencia". ¡En fin!, es sabido, que por desgracia, muchos de los titulados en carreras técnicas luego no cuidan el aspecto cultural ni de su trabajo ni de su vida.
    Saludos, y un abrazo.

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  2. Al leer tu entrada me he acordado tanto de la Venecia vacía, sin un alma, que conocí paseando los barrios alejados del turismo masivo de "a día". Calles que van al agua, iglesias en islas, colarme en un palacio privado hasta el piso superior, y un fantasma en un edificio abandonado y vaciado de Palladio, inundado de luz. Gracias por los antelitos

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  3. Amigo Carlos, entre los técnicos de por aquí, hay un cierto temor a las estridencias, no solo en los colores, sino también en las ideas. Yo diría que hay una carencia de "rauxa". En mi experiencia profesional me he encontradocon situaciones que me lo demuestran.
    Salud

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  4. Casilda y Sociedad de Diletantes, amigos todos, es un placer pasear por la "Venezia minore" por "i campi" y por "i viccoli riconditi", a mi también me gustan las calles llenas, las plazas con turistas y el batibullo ciudadano, no me molestan, soy vulgar como el vulgo. La he conocido en todas la estaciones del año y Venecia me gusta siempre.
    Salud

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