viernes, 1 de octubre de 2010

Romanticismo

En el carácter romántico, la ecuanimidad cede ante la vehemencia y el impulso irracional se antepone al discernimiento.

El hombre romántico da más importancia al instinto que a la prudencia y sitúa el sentimiento por delante de la inteligencia.

A diferencia del hombre clásico, el individuo romántico habita en un paraíso ideal, en un mundo que sólo existe en su mente y, entre la aurora y el ocaso, choca por lo menos siete veces cada día. A saber:

1) la compra de la vitualla
2) la visita al pediatra
3) los pagos de cada mes
4) el maldito consumo
5) las molestias de achaques y colesteroles
6) la hipoteca y las comisiones bancarias
7) el incordio de los que mandan


la realidad, en fin, que molesta, que amarga, que siembra cizaña en los fértiles campos de nuestro magín.

4 comentarios:

  1. ¡Qué poco romántico es ser consumista y sujeto obligado! Como en todo idealismo, las ideas más certeras son las que pueden materializarse. Y, entre ellas, ninguna como el materialismo inmediato.

    Un abrazo.

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  2. Sí, Javier, el más profundo de los idealismos son las ganas de comer.

    Salud

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  3. Y es que en el fondo no dejamos de ser animales, con nuestros instintos, pero a pesar de todo, tontos, por no saber o no querer salir del "rebaño" y de lo "establecido".

    Un abrazo.

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  4. Creo, Sílice, que de este rebaño no se sale ni siendo el mejor de los mediocres, mucho menos si eres el mejor de los superdotados, entonces eres el monigote de feria.

    Salud

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