viernes, 1 de octubre de 2010

GRUB

La estación de Grub está lejos de Perpiñán,
perdida en el fondo del saco, recibe el viento de sur
que humedece las vías, traviesas y paredes
y daña noches y días.

Hace tiempo que las ventanas de postigos cenicientos
están cerradas, clavadas en los antepechos y en los umbrales
y, el reloj parado señala aún la hora incierta
de aquellos trenes que llegaban.

El hangar tiene una estructura oxidada que cubre
unos vagones viejos, abandonados años ha.
El antiguo depósito de agua ya no tiene goteras,
ya hace tiempo que está vacío.

Los años lo envejecen todo y hoy pasan los trenes
menos veloces que los días y como aquellos no se detienen
y las locomotoras que a diario paraban
hoy son instantáneas.

La libreta del jefe de estación de Grub
se conserva todavía encima del armario.
Entre caligrafía y polvo tiene anotados
los horarios de los trenes,

los que no paraban y los que sí lo hacían;
contaban todos los trenes, como los días que pasan,
que desaprovechamos, éstos también nos los cuentan
en el dietario negro.

del poemario
Odis, venjances i altres traçats geomètrics

3 comentarios:

  1. Son tantas las estaciones abandonadas, las páginas de nuestra vida no escritas aunque ya vividas, o acaso apenas sentidas. El tren marcha y marcha, ¿y cuándo lo cogeremos?

    Un abrazo.

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  2. Sí, Javier, pasan muchos trenes y todos cuentan, también aquellos que no cogemos.
    Aquellos que nos podían haber llevado a los fértiles valles.

    Salud

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