miércoles, 18 de agosto de 2010

LOS POLLOS

La literatura no es, en absoluto una finalidad en sí misma, como no lo es el arte ni ninguna otra forma histriónica del quehacer del hombre.

Primum vivere.

La literatura es un método para aclarar y ordenar el pensamiento. Atendiendo a la razón, y en el mejor de los casos, no parece que pueda ser otra cosa.
En el mundo antiguo, los que escribían eran hombres despiertos cuya actividad estaba muy alejada de las letras, eran abogados, sacerdotes, incluso filósofos o militares, alguno de ellos practicó la esgrima con cierta habilidad, quiero decir que fue diestro en el uso del florete. Probablemente tomaron la pluma para complacer a sus amistades o para obtener alguna reputación en su comunidad. El escribiente tenía poca confianza en que alguien le admirara por haber emborronado unas cuantas páginas, escribía por placer. A veces puro onanismo.
Hoy, sin embargo, el hombre escribe para ser leído y la literatura se produce como finalidad.

¡¡Horror, hoy existe el escritor!!

Estoy convencido que el resultado del cambio ha sido infausto, luctuoso, ominoso, funesto, en fin, una calamidad y una desgracia.

Y, a pesar de toda esta calamidad, el escritor continúa escribiendo y malviviendo, pues los que viven gracias a su pluma se podrían contar con los dedos de una oreja.
En la actualidad, la literatura es un tóxico, es el veneno de la sociedad. La literatura produce infelicidad y dolor.
Excluyo cuatro o cinco versos de la Divina Comedia de Dante Alighieri y muy poquita cosa más.
Estos textos actuales que han sido escritos con la única finalidad de ser leídos son solo una forma enajenada de la vanidad, son portentosamente cínicos, -¡ah! si me oyera el pobre Diógenes- son asombrosamente sensibleros, indignantemente patológicos y no contienen idea alguna, solo tristes eriales de palabras.

No quiero ofender a ningún artesano de la palabra -me perdonen las Musas-, sólo me reafirmo en mi vulgaridad y en mi materialismo pues de ellos no me puedo escapar aunque Rilke lance su mirada desde Duino, Baudelaire excave en el vacío y Rimbaud baje al infierno para insultar a la belleza.

4 comentarios:

  1. Francesc.
    Teniendo en cuenta que antes de la escritura fue la tradición oral, nos podríammos hacer la siguiente pregunta ¿cuantos textos merecierían hoy un esfuerzo de memorización para ser reproducidos oralmente como tradición en el futuro? ¿cuentan éstos algo que no esté en los ya clásicos? ¿son simplemente reproducibles?
    Pero nos queda la ironía...de imitar a los imitadores de los imitadores ý seguir en una imbécil tradición. Los que merecen la pena imitantan con sarcasmo suficiente para conseguir cómplices, con-fabuladores.
    Gracias por visitar mi sitio
    Un abrazo

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  2. Amigo Guillermo, todo lo dijeron los clásicos.
    Nos queda solo imitarlos, reproducirlos y admirarlos.
    Si nuestra pobre imitación carece de ironía o sarcasmo se queda en nada.
    La ironía es una forma excelsa de la inteligencia.

    Salud.

    Francesc Cornadó

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  3. Olvídese del anterior comentario, Sr. Cornadó; pues ya no tiene importancia, es prescindible, ¿verdad?...

    Gracias a usted, hoy he acabado de pulir una importante lección bloguera.

    Puede abstenerse de publicar este comentario si así lo desea.

    Salud para usted.

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  4. Muchas gracias, Mar.

    Salud

    Francesc Cornadó

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